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sábado, 27 de mayo de 2017

LA POLÍTICA Y LO FANTÁSTICO

Ricardo Darín, el presidente más misterioso de Argentina
El actor protagoniza 'La cordillera', un 'thriller' que pasa de lo político a lo fantástico al estilo Polanski

El presidente argentino Hernán Blanco lleva solo seis meses en el poder, y todavía ha logrado mantener cierto misterio sobre su pasado. Mucha gente no sabe si es un títere en manos de su jefe de gabinete o si es que sencillamente no tiene nada que esconder bajo su pulcra fachada. En ese momento llega una tensa cumbre de presidentes latinoamericanos en Chile, mientras intenta ayudar a su hija, en plena crisis emocional.

Así contado, La cordillera, de Santiago Mitre, parece un thriller político, pero como ocurría en las anteriores películas del bonaerense (El estudiante y Paulina), dentro hay mucho más. Está, es obvio, El resplandor, por el encierro en un hotel y la claustrofobia creada por la nieve. Pero ante todo, el nervio de Roman Polanski marca el tono y la narración. “Es curioso”, cuenta Ricardo Darín –que encarna al presidente Blanco- en una sala del Palacio de Festivales de Cannes. “Ayer por la noche le vi, sí, a Polanski. Estaba solo apoyado en una barandilla, y me tiré a sus brazos. Nada, un par de palabras y ya está. Pero…”. A su lado, Mitre, en la primera entrevista que marca su jornada de trabajo en Cannes, ya que el filme participa en Una Cierta Mirada, con su apuesta por lo mefistofélico en un viaje que uno de sus productores califica como “Capra al revés”. “Durante la filmación, es curioso, casi no hablamos de Polanski”, recuerda el actor. “Fue un rodaje áspero, a más de 3.000 metros de altura, con mucho equipo, y algunos se nos desmayaban”.

Mitre aseguraba que la sombra del francopolaco ha ido creciendo según iban completando el filme. “Intenté evitar los tintes de thriller político tradicional, empezaron a crecer los elementos fantásticos y nació ese tono inquietante”. Entre las referencias, La semilla del diablo o El quimérico inquilino. “Son culpables del abordaje poético e inquietante de esta inmersión en el ejercicio del poder”. O, como se escucha en la película, "el mal existe y uno no llega a presidente sin haberlo visto un par de veces al menos".

En el centro, un político que proclama su normalidad, aunque algunos apuntes enseñan otro fondo. “Es parte del atractivo del guion de Santiago. Se intuye, se vislumbra, se percibe algo de esta gente, los gobernantes, más allá de lo que declaran. Ellos deciden por todos nosotros y a veces se nos olvida que lidian con sus problemas personales”, cuenta Darín. Su Blanco es más atractivo que la mayoría de los gobernantes actuales. “Y no sé si eso va a su favor o en su contra. A lo largo de la historia vemos tres o cuatro guiños que muestran que prefiere cortarse solo, que está pensando y organizando por detrás, más allá de lo que le digan sus asesores”. Y continúa: “Está construyendo su poder, llegó de una manera distinta de la presidencia, sin pertenecer a ninguna familia política”. “Una especie de Macron”, interrumpe Mitre. “Es una caja de sorpresas”, remata Darín.

La atmósfera, el hotel y el aislamiento de El resplandor estaban en el libreto. “Pero encontramos el lugar por casualidad, durante la reescritura, cuando empezamos a localizar”, cuenta Mitre. La carrera de director va a más. “Bueno, aparecieron cosas que no pude hacer en mis trabajos previos”. ¿Por ejemplo? “El cambio de una ficción realista a un tono que se endurece para trabajar momentos oníricos”.

El actor argentino pasará el verano en España entre las representaciones en Madrid de Escenas de un matrimonio en el teatro y el rodaje del thriller en español del iraní Asghar Farhadi con Javier Bardem y Penélope Cruz. Junto a Darín, en La cordillera están Dolores Fonzi (Paulina) como su hija, Érica Rivas (Relatos salvajes) como su asistente, Elena Anaya como periodista, Alfredo Castro como médico y otros actores de peso para dar vida a los presidentes de otros países, como la chilena Paulina García o el mexicano Daniel Giménez Cacho. Y Christian Slater, porque los estadounidenses siempre están ahí, en las cloacas del poder. ¿Qué pensarán los presidentes mexicanos y argentinos cuando vean la película? “Los mexicanos son tan críticos con su clase política”, dice Mitre, “que probablemente les gustará". "Y los argentinos nos quejamos de todo, así que…”. O como confirma Darín: “Tenemos gimnasia de queja. Cada uno volcará su apreciación hacia donde le interese. En el fondo, eso es lo que queremos, que el espectador decida”.

Texto: Gregorio Belinchón - EL PAIS (25 de Mayo de 2017) Cannes

jueves, 4 de mayo de 2017

EL DOLOR MAS PROFUNDO Y DESGARRADOR

¿Alguna vez pensaste que pasaría en tu vida sí en algún momento  tuvieras que tomar una decisión extrema? ¿Pensaste como signaría tú porvenir? ¿Nunca reflexionaste cuántas situaciones pasadas pueden marcar tu futuro para siempre? Para bien o para mal, una respuesta correcta o incorrecta, en el momento oportuno, maneja tu destino.


"La decisión de Sophie" (Sophie’s Choice, Alan J. Pakula,1982) contesta todos estos interrogantes de forma dramática; nos propone recorrer la vida de una joven mujer atormentada por los remordimientos y los recuerdos del pasado reflejados en un presente luctuoso y tormentoso.
Todo comienza con la llegada de un joven sureño, Stingo (Peter McNicol), a New York,  con la ambición de convertirse en un gran escritor que por falta de dinero termina alquilando una pequeña habitación en una rosada casa de Brooklyn.
Allí, en otra habitación, viven Sophie (Meryl Streep), refugiada Polaca, sobreviviente de un campo de concentración alemán y Nathan (Kevin Kline), un brillante e inestable judío americano obsesionado con el holocausto, una pareja extraña desde sus circunstancias  pero desenfadada, atractiva, divertida a los ojos del soñador recién llegado. Rápidamente, a causa del desinhibido Nathan y al encanto que irradia Sophie sobre Stingo, surge la amistad.
El trío vive con normalidad en el cálido verano de la ciudad, pero en ocasiones, el carácter violento y bipolar de Nathan irrumpe en ruptura distanciándose por un tiempo de la feliz y pacífica convivencia, momentos que aprovecha Stingo para charlar con una desilusionada y sentimentalmente indefensa Sophie y así conocer los secretos que guarda de su atribulado pasado.
  Durante una de esas charlas, temerosa por el desencanto que pueda provocar en su interlocutor, Sophie se confiesa, dando a conocer el porque de su desdicha y cual fue la decisión que la marco para siempre. Hacia el final, después de una gran pelea entre los amantes, todo discurre en tragedia, todo se derrumba, todo pasa a ser una autentica experiencia amorosa, dolorosa e instructiva en la vida del joven y virgen escritor. 

El film nos sitúa en los Estados Unidos hacia fines de la década del '40 y en los ignominiosos campos de exterminio de la Alemania nazi, la historia nos lleva del presente al pasado cuando el relato lo necesita. Técnicamente transita por los caminos adecuados, destacándose la cinematografía, vivaz y brillante en los momentos alegres, sórdida y lúgubre en los momentos de alto contenido dramático; el guión sorprendentemente atrapante y las actuaciones de sus protagonistas.

La elección del elenco se encuentra a la altura de las circunstancias, un joven Peter McNicol, tan novato actor como el novato novelista que interpreta, aprovecha muy bien esta situación para enriquecer a su personaje; Kevin Kline,  manejando la ambivalencia de Nathan como solo él puede hacerlo y Meryl Streep en su personaje consagratorio, construyendo una Sophie inolvidable. 

La escena que prepara Alan J. Pakula para presentarnos las circunstancias que llevan a la protagonista a tomar la controversial decisión, alimentada con primeros planos de Meryl Streep mezclados con fundidos y flash backs, no solo es uno de los momentos más crípticos del film sino de la historia del cine. Son escenas que a un cinéfilo lo marcan definitivamente y no podrá dejar de recordar.